martes, 29 de diciembre de 2009

Lecciones de José Antonio a los obreros españoles

Por Pedro Laín Entralgo (“DOLOR Y MEMORIA DE ESPAÑA” Ediciones Jerarquía, 1.939. Págs. 20 a 23)


Camaradas: Detened por unos minutos el duro trabajo de vuestras manos; detenedlo y oíd, porque hace dos años mataron en Alicante a un hombre que se llamaba José Antonio Primo de Rivera.

Seguramente, ninguno de vosotros lo conocía. Muchos, ni siquiera habéis oído hablar de él hasta que, con la guerra, se derramó la Falange por toda la tierra de España. Algunos, tal vez, todavía conservéis en vuestros oídos el recuerdo de cuando le llamaban " señorito fascista " o " representante del capitalismo " por quienes decían hablar en nombre de la conciencia proletaria. A todos van dirigidas estas palabras: a los que no le conocíais y a los que oísteis palabras de odio contra él. Sólo se os pide una cosa que vosotros, obreros españoles, no podéis negar nunca: escuchar con silencio y con respeto lo que fue para España y para vosotros un hombre que consagró su vida, hasta darla entera, por un ideal alto y profundo.

Le oísteis llamar " señorito fascista ". ¿Recordáis lo que con estas palabras se pretendía despertar en vosotros, cuando los que se decían vuestros jefes las pronunciaban? " Señorito fascista " es el que no trabaja, el enemigo del obrero, el que trata de paralizar la revolución proletaria para continuar su vida cómoda y sus lucrativos negocios. ¿Recordáis, camaradas? ¡Cuántos hermanos vuestros y nuestros empuñaron las pistolas en aquel Madrid de los años 35 y 36, cuando los mejores hombres de José Antonio vendían su periódico o gritaban sus consignas! Pero lo que no habéis sabido nunca es la contestación que él dio a estos ataques, no sólo como hombre entero y generoso, sino como jefe de una organización política. Oíd sus palabras, copiadas a la letra de las que él escribió por su mano: “Los obreros son sangre y suero de España, son parte de los nuestros. No les creáis enemigos aunque griten contra nosotros, aunque nos apedreen, aunque sean capaces de disparar contra nosotros. No, camaradas, no son enemigos todos los que os miran con malos ojos cuando voceáis nuestro periódico, cuando repartís nuestras hojas. Son parte misma de nuestra Falange.”

" Llegará un día en que todos los españoles nos abracemos con sincera emoción; un día a partir del cual ya no caerán más muertos, ya no habrá más luchas, ya no habrá más partidos. Ese día veréis, camaradas, cómo todos los que ahora consideráis enemigos levantan su brazo en signo de amor, en signo de Imperio, y también veréis como ese frente rojo -ese poeta revolucionario, ese chulito comunista, ese banquero socialista- huye otra vez a sus antiguos menesteres de vicio, podredumbre y degeneración. "

Para nosotros era el amor y la esperanza, aunque con odio momentáneo algún obrero fuese capaz de disparar su pistola con ánimo de herir. El desprecio y la lucha violenta no podían dirigirse contra el albañil o el peón, que dejaban en casa muchas veces una familia honrada o tal vez la triste rabia de un mes sin trabajo; el desprecio y la lucha iban contra el escritorcillo comunista que se dedicaba a hablaros de Lenin desde su confortable redacción de periódico, o desde el café burgués; o contra el banquero capitalista y amigo de Prieto, que con la red de sus empresas anónimas hurtaba toda presencia y todo dolor propios de su negocio; el mismo que te trataba como un número en la fábrica o en el taller. No, camarada: José Antonio vino a la política de España para enseñar a todos que el obrero es, simplemente, un hombre y un español. Por ser un hombre necesita una vida decorosa y digna que le libere de servir como esclavo a cualquier tinglado capitalista de los que trajo como consecuencia el liberalismo económico y convirtieron a los obreros en un rebaño injustamente asalariado, o a cualquier tinglado comunista de los que ha traído como consecuencia el socialismo de Marx y Lenin, y ha convertido al obrero, cuando más, en la máquina con ambición y sin esperanza que es el " stajanovista ". Por ser un español, tiene que rehusar la revolución internacional que le brinda el socialismo y la revolución comunista que le ofrece el imperio soviético; porque su misión está en hacer una revolución más nueva y más honda, más alegre y más humana, más justa y más entera: la "Revolución Nacional Española".

¿Quién nos dijo que José Antonio y sus hombres eran asalariados del capitalismo o que luchaban por las calles o por las serranías como la avanzadilla táctica del capital antirrevolucionario? Es seguro que ninguno de vosotros conocía estas palabras promulgadas por la mano y el corazón de José Antonio como norma, primero de sus hombres y ahora -por decisión alta e irrevocable del Caudillo Franco- para todas las gentes y para todos los años de España. He aquí las palabras de José Antonio, que cuantos vestimos camisa azul hacemos nuestra ley:

"Repudiamos el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes, propicias a la miseria y a la desesperación. "

Esto, camaradas, no es retórica ni afán de engaño; no es una falsa bandera para atraer incautos ni una táctica nueva del propio capitalismo. ¿No recordáis quiénes eran los enemigos de José Antonio y de la Falange antes de la guerra? Por un lado, es cierto, las organizaciones llamadas proletarias, dentro de las cuales unos jefes a cubierto empujaban a la huelga o al atentado a gente humilde que sólo encontraba como fruto un balazo o un arresto. Pero, por el otro lado, estaba aquel capitalismo torpe y sucio de los radicales o aquella enemiga sorda de las derechas, que veían a José Antonio como adversario de su tranquilidad y de su lucro, y le condenaban al silencio de sus periódicos o clausuraban sus centros cuando gobernaron con la C.E.D.A.

El jefe socialista era enemigo suyo: sabía que José Antonio predicaba una revolución nueva, que recogía cuanto de bueno pudieran tener las reivindicaciones materiales del marxismo y le privaba de su desarraigo humano y patrio; esa revolución por la cual el obrero pasa a ser un peón en la máquina fría del Estado y un número sin color, ni ambición, ni alegría que pueda llamar de veras suya, sobre el llanto inmenso del mundo. El jefe derechista, por el contrario, hablaba mucho de patria, familia, religión; tenía siempre en la boca conceptos sagrados y solemnes, pero se desentendía de la desesperación del paro forzoso, y de las noches sin lumbre ni intimidad del arrabal, y de la inmensa tristeza resignada del campesino encorvado sobre surco ajeno; ese jefe derechista era también enemigo de José Antonio porque temía la Revolución decidida, joven y alegre que José Antonio proclamó. ¿Cuántos de vosotros habríais quedado sin formar en sus filas de haber sabido antes que José Antonio os llamaba simplemente para convertir vuestro sindicalismo en nacional y vuestra Revolución en Española? Yo os aseguro que cuantos sentís honradez y hombría en el fondo de vuestro corazón hubieseis estado entre sus hombres y habéis de estarlo con los que ahora continúan en espíritu y disciplina, bajo el mando del Caudillo, la obra que comenzó. Vosotros sabéis acaso que José Antonio fue juzgado en Alicante; lo que sin duda no os ha dicho nadie es esto que él mismo cuenta en su testamento:

"Ayer, por última vez, expliqué ante el Tribunal que me juzgaba lo que es la Falange. Como en tantas ocasiones, repasé y aduje los viejos textos de nuestra doctrina familiar. Una vez más observé que muchísimas caras al principio hostiles se iluminaban primero con el asombro y luego con la simpatía. En sus rasgos me aparecía leer esta frase: " ¡Si hubiésemos sabido que era esto, no estaríamos aquí! " Y ciertamente, no hubiéramos estado allí, ni yo ante un Tribunal popular ni otros matándose por los campos de España. No era ya, sin embargo, la hora de evitar esto y yo me limité a retribuir la lealtad y la valentía de mis entrañables camaradas, ganando para ellos la atención respetuosa de sus enemigos. "

Y más todavía estaríais con él y con su doctrina, de haber vivido como obreros en el otro campo. ¿Qué ha sucedido en la zona roja, donde se os prometía el triunfo completo de la revolución proletaria, y con ella el de todas las posibles reivindicaciones obreras? Mirad: las organizaciones de la C.N.T. han sido deshechas y sus jefes cazados como malhechores -¿Os acordáis de Pasajes, de Arnedo, de Casas Viejas, de Fígols?- por los mismos guardias de Asalto del capitalismo republicano, sobre el asfalto de las calles de Barcelona; el P.O.U.M. ha sido materialmente aniquilado y sus hombres juzgados por los tribunales de Negrín con la misma saña que si fuesen " fascistas "; los grupos comunistas arrastran por los ministerios su descontento de ver que el gobierno dirige más sus miradas a la burguesa Francia que a la prometida Rusia; los socialistas puros contemplan a Largo Caballero, desplazado y perseguido, y las juventudes unificadas empujadas hacia el frente por unos dirigentes a quienes molestan; y, mientras tanto, en los pueblos, en las casas humildes de la ciudad, en todas partes, el hambre, la miseria y la desesperación, las colas para conseguir unos gramos de pan y los precios fabulosos, para los que ningún jornal basta.

Allá, en la zona roja, ha fracasado la revolución que llamaban proletaria. Nosotros, los nacionalsindicalistas que seguimos a José Antonio y a Franco, apenas hemos comenzado la nuestra. A ella nos llamamos con el mismo fervor hondo del que murió, y con toda la fuerza militar del que ahora nos manda. Hemos de ir todos juntos hacia la grandeza de España, por la cual serán libres y fuertes todos los españoles: obreros y estudiantes, combatientes y campesinos. Lo mismo que hace tres años gritaba la Falange:

"Basta de izquierdas y derechas. Basta de egoísmos capitalistas y de indisciplina proletaria. Ya es hora de que España unida, fuerte y resuelta, recobre el timón de sus grandes destinos. Eso quiere y para eso os llama a todos la Falange Española de las J.O.N.S. Estudiantes, campesinos, labradores, trabajadores, gentes mozas de cuerpo y espíritu: desdeñad los llamamientos que os lanzan desde un lado el odio y desde otro lado el egoísmo y la pereza; agrupaos bajo nuestra bandera, que es la bandera liberadora de la revolución nacionalsindicalista."

Cuando la guerra acabe y vengan de los frentes nuestros camaradas; cuando lleguen a nuestro campo los hombres honrados que equivocadamente luchan en el otro; cuando desaparezcan para siempre la lucha torpe y suicida de lo que el liberalismo llamó derechas e izquierdas, entonces se abrirán nuestros ojos a la luz que en años anteriores había empeño en ocultaros. No os queremos marxistas, porque nuestra Revolución ha de ser española y no rusa; pero mucho menos os queremos domesticados, sin vigor ni rabia. Os queremos según el espíritu de esto que escribió José Antonio:

"El socialismo quiere ser materialista y cae casi siempre en un espiritual misticismo confuso y delirante. Las derechas acumulan todas las señales de un espiritualismo aparencial, hablando de la religión, la tradición, la patria o la familia, pero espiritualismo huye por tortuosos caminos materialistas y capitalistas, con su secuela de egoísmo y corrupción moral. Las derechas que quieren ser espiritualistas y caen casi siempre en un materialismo, en un egoísmo obtuso y bajo. Las izquierdas en general son el error, y las derechas la falsificación. Las izquierdas se valen de grandes mentiras para defender el gran fondo de verdad y justicia que se opone a las injusticias sociales; las derechas se valen de grandes verdades para defender el gran fondo de mentira e injusticia que se opone a la verdad y justicia sociales. "

Os llamamos en nombre de José Antonio el que murió sin que le conocierais, y de Franco, el que os ha prometido ganar la misma revolución nacional. Venid a nosotros con el mismo vigor revolucionario de siempre. Para vencer para siempre el capitalismo liberal, ahora que se vence en el campo de batalla al marxismo internacional y deshumanizado, os llamamos a nuestras filas. Para que juntos obreros y campesinos, estudiantes y soldados, para que todos los hombres jóvenes de España podamos hacerla grande y libre, gritad conmigo:

¡Por la Patria, el Pan y la Justicia!

¡Arriba el Caudillo!

¡Arriba España!

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